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13 de junio de 2013

Real Gabinete portugués de lectura



El Real Gabinete portugués de lectura de Río de Janeiro es uno de los tesoros culturales de Brasil. Su interior alberga más de 350.000 ejemplares, entre ellos la edición princeps de "Os Lusiades", libros impresos en los siglos XVI y XVII, manuscritos originales, etc.

La institución fue fundada en el año 1837 por los inmigrantes portugueses que llegaban al Nuevo Mundo como refugiados políticos.

El exuberante edificio de estilo neomanuelino, construido en 1887, fue proyectado por el arquitecto luso Rafael da Silva e Castro y la fachada esculpida por Germano José Salle.



Para quienes deseéis visitarla:

Rua Luís de Camões, 30
Centro - Rio de Janeiro (Brasil)
CEP: 20051-020
Telefone: (+ 55 21) 2221-3138
Tel/Fax: (+ 55 21) 2221-2960
E-mail: gabinete@realgabinete.com.br



7 de junio de 2013

Una historia de amor: Los versos del capitán





Habana, 3 de octubre de 1951

Estimado señor:

Me permito enviarle estos papeles que creo le interesarán y que no he podido dar a la publicidad hasta ahora.

Tengo todos los originales de estos versos. Están escritos en los sitios más diversos, como trenes, aviones, cafés y en pequeños papelitos extraños en los que no hay casi correcciones.


En una de sus últimas cartas venía la «Carta en el camino». Muchos de estos papeles por arrugados y cortados son casi ilegibles, pero creo que he logrado descifrarlos.

 

Mi persona no tiene importancia, pero soy la protagonista de este libro y eso me hace estar orgullosa y satisfecha de mi vida.

Este amor, este gran amor, nació un agosto de un año cualquiera, en mis giras que hacía como artista, por los pueblos de la frontera franco española.

Él venía de la guerra de España. No venía vencido. Era del partido de Pasionaria, estaba lleno de ilusiones y de esperanzas para su pequeño y lejano país, en Centro América. Siento no poder dar su nombre. Nunca he sabido cuál era el verdadero, si Martínez, Ramírez o Sánchez. Yo lo llamo simplemente mi Capitán y éste es el nombre que quiero conservar en este libro.

Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos, apasionados, y terribles en su cólera. Era fuerte y su fuerza la sentían todos los que a él se acercaban. Era un hombre privilegiado de los que nacen para grandes destinos. Yo sentía su fuerza y mi placer más grande era sentirme pequeña a su lado.

Entró a mi vida, como él lo dice en un verso, echando la puerta abajo. No golpeó la puerta con timidez de enamorado. Desde el primer instante, él se sintió dueño de mi cuerpo y de mi alma. Me hizo sentir que todo cambiaba en mi vida, esa pequeña vida mía de artista, de comodidad, de blandura, se transformó como todo lo que él tocaba.

No sabía de sentimientos pequeños, ni tampoco los aceptaba. Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi vida. Entré a un mundo que antes nunca soñé que existía. Primero tuve miedo, hubo momentos de duda, pero el amor no me dejó vacilar mucho tiempo.

Este amor me traía todo.

La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra de río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita. Sus grandes manos eran, en este momento, de una blandura dulce y en sus ojos se asomaba entonces un alma de niño.

Pero había en mí un pasado que él no conocía y había celos y furias incontenibles. Éstas eran como tempestades furiosas que azotaban su alma y la mía, pero nunca tuvieron fuerza para destrozar la cadena que nos unía, que era nuestro amor, y de cada tempestad salíamos más unidos, más fuertes, más seguros de nosotros mismos.

En todos estos momentos, él escribía estos versos, que me hacían subir al cielo o bajar al mismo infierno, con la crudeza de sus palabras que me quemaban como brasas.

Él no podía amar de otra manera.

Estos versos son la historia de nuestro amor, grande en todas sus manifestaciones. Tenía la misma pasión que él ponía en sus combates, en sus luchas contra las injusticias. Le dolía el sufrimiento y la miseria, no sólo de su pueblo, sino de todos los pueblos, todas las luchas por combatirlas eran suyas y se entregaba entero, con toda su pasión.

Yo soy muy poco literaria y no puedo hablar del valor de estos versos, fuera del valor humano que indiscutiblemente tienen. Tal vez el Capitán nunca pensó que estos versos se publicarían, pero ahora creo que es mi deber darlos al mundo.

Saluda atentamente a usted.

Rosario de la Cerda


Esta carta sirve como único prólogo al libro "Los versos del capitán" de Pablo Neruda, publicado como anónimo en 1952 por el italiano Paolo Ricci quien realizó un edición limitada de 44 ejemplares.
Se trata de un prólogo falso en cuanto a datos históricos. Fue inventado por su autor o tal vez por su pareja de entonces, Matilde Urritia, a quien verdaderamente van dirigidos los poemas que conforman el libro.

En aquel momento, tal y como afirma el propio poeta, prefería mantener el anonimato para no herir a la que aún era su esposa:
“La única verdad es que no quise, durante mucho tiempo que esos poemas hirieran a Delia, de quien me separaba. Delia del Carril, pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros, fue para mí durante dieciocho años una ejemplar compañera”.
En la tercera edición ya aparece el nombre de su verdadero autor.

Y aquí el enlace para quien desee deleitarse con la lectura de "Los versos del capitán".



5 de junio de 2013

Divagaciones sobre la cultura

Antonio Machado (Sevilla 1875 - Colliure, Francia 1939)

Fragmento del discurso emitido por Antonio Machado en el que alude a una pregunta pronunciada por Pío Baroja durante su conferencia Divagaciones sobre la cultura celebrada en 1924. Texto cuyo contenido resulta vigente a pesar del tiempo transcurrido:

¿A qué debe tender el Estado futuro -dice Baroja- con más fervor? ¿A la producción de la alta cultura o a la difusión de la cultura media? Acaso el deber del Estado sea, en primer término, velar por la cultura de las masas y esto, también, en beneficio de la cultura superior. No puede atenderse con preferencia a la formación de una casta de sabios, sin que la alta cultura degenere y palidezca como una planta que se seca por la raíz. Pero los partidarios de un aristocratismo cultural piensan que mientras menor sea el número de los aspirantes a una cultura superior, más seguros están ellos de poseerla como un privilegio. Arriba, los hombres capaces de conocer el sánscrito, y el cálculo infinitesimal; abajo, una turba de gañanes que adore al sabio como a un animal sagrado. Por lo demás, tiene razón Baroja cuando afirmó que el sabio y el artista, aunque parezcan revolucionarios, son por su instinto conservadores. Pero el Estado debe sentirse revolucionario, atendiendo a la educación del pueblo, de donde salen los sabios y los artistas.





3 de junio de 2013

Déjame




Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh Dios, si eres humano,

compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios; yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.

Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas

no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre, y de los hombres que arrebatas.


Este soneto, del  bilbaíno Blas de Otero (1916-1979),  forma parte del poemario Redoble de conciencia (1951) y le acarreó serios problemas con la censura. Apareció por primera vez en la revista Espadaña y parece que su publicación fue uno de los detonantes que precipitó el fin de dicha revista.

Desde el inicio del poema se muestra el sentimiento intenso de desasosiego del yo poético que insta al ser supremo a que deje de lastimarlo, que deje de aplastarlo con su “mano” severa. Un poema desgarrado, que muestra su ira hacia Dios. Los reiterados encabalgamientos además de dotarlo de una velocidad vertiginosa, símil de una caída hacía la nada, pone de relevancia los términos que cierran los versos encabalgados con los que intenta transmitir su verdadero anhelo. El poeta no ha escatimado en utilizar todos los recursos estilísticos posibles para que forma y contenido convivan en una perfecta armonía, resultado de su rigor estético.

En sus inicios Blas de Otero compone poesía religiosa, es la época en la que aún era católico creyente y practicante. En 1945 sufrió una terrible crisis depresiva que lo llevó a recluirse en el sanatorio de Usúrbil. Durante esta crisis se destruyó su bucólica visión de la amistad, su firme posición religiosa y su cándida valoración poética. Sin embargo, encontró en la creación artística su mejor terapia. En estos años nacieron, casi íntegramente, las tres obras de su ciclo existencial que es en el que se encuadra este poema.


Blas de Otero