Mira a su alrededor. Debajo de la cama asoma la caja de plástico en la que había guardado las cosas que no quería tener a la vista, tonterías de cuando era niña. No le resulta fácil deshacerse de ellas pero, como los recuerdos que nos hacen daño, si están escondidas se olvida de que existen. Se sienta en el suelo y con las piernas estiradas se apoya contra la pared. Su atención, intermitente, se dirige hacia la caja. ¿Para qué abrirla?, se pregunta, pero hoy el tedio vence. La arrastra hacia sí y retira la tapa.
Con una mueca parecida a una sonrisa extrae de su interior las zapatillas de punta que utilizaba en sus clases de ballet. Se las acerca a la cara para sentir la caricia del raso melocotón y después las coloca sobre la cama. Saca los vídeos de Caótica Ana y Báilame el agua, las entradas a sus primeros conciertos, los cómics de Mihona Fujii que solía comprar los sábados por la tarde con ella, y el sobre en el que guardó algunas de sus fotografías. Una mezcla de melancolía y rabia le encoge el estómago y sin abrirlo lo tira al suelo. Nunca le perdonará a su madre que desapareciera. Intenta cerrar la caja pero un destello color púrpura se lo impide. Mira fijamente al que había sido su fiel confidente. Ya no lo necesitas, se dice así misma con ese tipo de orgullo con el que nos dirigimos a los pequeños cuando creemos habernos hecho mayores. Pero el terco tedio vence de nuevo.
Marta abre el diario en el que escribió sus ilusiones, fantasías, anhelos, frustraciones, amarguras; algunas de las vivencias e invenciones que la convirtieron en la adolescente que es hoy. Mientras lee se afloja, se ablanda, se abandona y sin apenas darse cuenta ya ha caído la tarde.
(Relato publicado en Revista Vórtice, Nicaragua)
Ufff... qué bien rematado (algo especialmente difícil, creo)
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo por tu ,mensaje. Un saludo.
EliminarHola R, qué bien has sabido sintetizar en Marta una adolescente de hoy. El tedio causa horror y la desconexiòn de Internet inquietud. Veo a mis chicos en ese desorden, también a mì misma, a veces... Y el deseo de ser adultos siguiendo en la infancia permanente. Por aquì llueve seguido de dìas, y calles y canales se confunden, solo queda el placer de leer, y de leerte. Un abrazo desde Venecia, te sigo y te iré leyendo despaciosamente, como debe ser y me gusta
ResponderEliminarMuchas gracias, Chusa, por tu cariñoso mensaje. Me alegro mucho de que nos hayamos descubierto. Yo también te iré leyendo, a fuego lento que es como mejor saben los guisos. Un fuerte abrazo.
Eliminarcoincido con chusa, esa frase, "todas aquellas vivencias e invenciones que la convirtieron en la adolescente que es hoy" es muy inspirada. te voy siguiendo
ResponderEliminarMuchas gracias, Salva y Alejandro, por vuestro mensaje. Un abrazo.
ResponderEliminares perfecto, me encanta el estilo, la forma de éste relato. Yo solía escribir mucho, pero con el tiempo se ha ido apagando esa bonita afición. Creo que me animaré y volveré a escribir algún relato corto. Gracias Erre por regalarnos arte! Me encanta la descripción de esta sensación ''ese tipo de orgullo con el que nos dirigimos a los pequeños cuando creemos habernos hecho mayores'', queda claro a lo que te refieres,
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos, por tus elogiosas palabras. Espero que finalmente te animes a recuperar esta fantástica afición y podamos leer tu relato. Un saludo.
EliminarLo que le ocurre a Marta es que no tiene aficiones, suele matar el tiempo. El día que no tiene internet es cuando decide destapar sus recuerdos, algunos dolorosos como el abandono de su madre o haber dejado atrás su dorada infancia. Me gusta como escribes. Un saludo.
ResponderEliminarHola María José, muchas gracias por tu mensaje. A mí también me gustan mucho tus poemas. En un placer tenerte entre nosotros. Un saludo.
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