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28 de octubre de 2014

Solo pienso en ti


















Desde que en el año 2010 publicara su nueva Ortografía de la lengua española, la Real Academia de la Lengua (RAE), entre otras novedades, aconseja escribir sin acento el adverbio solo que, como sabéis, hasta entonces era norma acentuar para distinguirlo del adjetivo de idéntica grafía.

La misma recomendación la extiende a la hora de escribir los pronombres demostrativos este/a, ese/a, aquel/la (y sus plurales), que también acentuábamos para distinguirlos de los adjetivos demostrativos.

El motivo se debe a que dichas palabras, según las normas de acentuación, no deben llevarlo por tratarse de palabras llanas acabadas en vocal o en el caso de “aquel” palabra aguda acabada en consonante distinta a n o s.

No se trata de una imposición y por lo tanto no se considera una falta de ortografía continuar utilizando la tilde diacrítica en estas palabras, de ahí que actualmente encontremos escritos en los que aparece y otros en los que no. No obstante, la RAE recomienda no acentuarlas. Argumenta que por el contexto se puede deducir perfectamente lo que se pretende comunicar y por lo tanto no cabe la ambigüedad. ¿Pero qué ocurre cuando el enunciado en el que aparece es breve?, por ejemplo en la frase:

"Solo pienso en ti" (con adverbio: 'solamente pienso en ti') versus "Solo pienso en ti" (con adjetivo: 'estoy solo -sin compañía- pensando en ti').

Tal vez la solución sea recurrir a signos prosódicos (la pausa) cuando se trate de un adjetivo:

"Solo pienso en ti" versus "Solo, pienso en ti"

Lo cierto es que aunque no quepa la ambigüedad sí cabe la duda: ¿lo escribo como durante toda mi vida lo he escrito y leído o sigo la recomendación de la RAE?

Personalmente, me he autoimpuesto seguir su consejo pero no niego que ese acento, al igual que sucede con otras pérdidas autoimpuestas, siempre está presente en mi mente. ¡Me cuesta tanto olvidarlo…!



11 de octubre de 2014

Con dos huevos


Hace unas semanas leí un artículo en la prensa sobre un libro, publicado por la editorial vasca Astiberri, que recoge algunas expresiones de la lengua española muy arraigadas. Como no podía ser de otra forma, haciendo gala de mi impulsividad a la hora de engrosar mi ecléctica biblioteca, me hice con un ejemplar.




Héloïse Guerrier, autora de este libro que ha sido ilustrado –o traducido a imágenes- por David Sánchez, estudió Filología Hispánica en París pero cuando llegó a España se encontró con toda una serie de expresiones que nunca había visto u oído en sus años de carrera. Esa sensación de extrañeza fue la que la impulsó a idear el libro.

A modo de ejemplo, transcribimos una de sus entradas: "Cagarse en la leche"



Fórmula coloquial de enojo, rabia o disgusto. Me acaban de robar la cartera, ¡me cago en la leche! La leche protagoniza una gran cantidad de expresiones del español ("tener mala leche", "ser la leche", "dar una leche"...) En este caso, la leche a la que se alude es la materna: "¡Me cago en la leche de tu madre!" o "¡Me cago en la leche que mamaste!" son dos de sus muchos enunciados completos.

Sin duda se trata de un libro que, además de estar editado con mucho mimo, tiene atractivo y puede resultar una buena herramienta para que los profesores de ELE, mediante las sucintas explicaciones –traducidas al inglés y al francés- y las suculentas ilustraciones que lo conforman, amenicen sus clases. Es recomendable para aquellos nativos o extranjeros que tengan interés en conocer nuestra jerga e incluso se puede convertir en un divertido “objeto” de regalo.

Sin embargo, sin el más mínimo ánimo de menospreciarlo y reconociendo otros méritos, no esperéis encontrar entre sus páginas una exhaustiva información filológica sobre el origen de las expresiones que recopila. Es evidente que no es ese el objetivo.




  

9 de octubre de 2014

Fotomatón. Cesión voluntaria de identidad





El fotógrafo Onofre Bachiller, entre los años 1987 a 2000, montó una especie de estudio fotográfico ambulante en nueve puntos distintos de la ciudad de Barcelona con el objetivo de ofrecer a los transeúntes la posibilidad de autorretratarse. Lo único que tenían que hacer era posar y accionar la perilla para formar parte del proyecto que él denominaría Fotomatón.

Pero Fotomatón no es un simple proyecto fotográfico con el autorretrato como elemento protagonista sino que además se trata de un documento con valor histórico-antropológico que nos muestra una singular estampa de la Barcelona de los noventa. No hay que olvidar que los participantes, de forma pública y ante la mirada de los curiosos, cedieron su imagen e identidad al mundo sin saber a qué o a quién iría destinado el proyecto. Ante tal circunstancia, aun teniendo en cuenta el más que reconocido placer de fotografiarse a uno mismo, cabe preguntarse qué es lo que les induce a participar. Onofre al respecto argumenta:
“Si sirve la metáfora, es como el que deja su firma, inscripción y fecha en una piedra, con la intención de demostrar que él ha estado allí. Es la necesidad de constatar el momento, un instante de vida continuo que grabamos y aislamos como una cápsula atemporal, con la ilusión del reconocimiento futuro y anónimo de nuestra huella, de nuestro paso por la vida.”
Gracias a una campaña de micromecenazgo, que ha permitido su financiación, una parte de este proyecto se ha convertido en un libro que recoge una selección (entre los más de 4.500 disparos que se hicieron) de 180 imágenes en blanco y negro, ampliadas en formato DINA4.

Anoche, en la galeria VALID FOTO, se llevó a cabo la presentación y entrega de ejemplares y, por supuesto, no nos perdimos el acontecimiento.