Estrenamos este blog reflexionando sobre un dato que aparece en la última edición del estudio sobre hábitos de lectura que anualmente publica la Federación de Gremios de Editores de España.
Concretamente nos referimos al que hace referencia a la variable social “nivel de estudios”. Según dicho informe el porcentaje de lectores frecuentes de libros en tiempo libre (entendiendo por frecuentes los que leen al menos una o dos veces por semana) con nivel de estudios superiores es del 69,5%, porcentaje que se eleva al 82,1% si se considera el número total de lectores (es decir, frecuentes y no frecuentes). La diferencia sobre los que tienen nivel de estudios primarios es nada más y nada menos que de 48,3 puntos porcentuales.
Lo que nos importa de este dato es la evidencia de que el hábito de lectura y el nivel de instrucción son variables que se retroalimentan: a mayor nivel de estudios mayor hábito de lectura, a mayor hábito de lectura mayor grado de instrucción.
Por ello, sabiendo la importancia que tiene la educación en cualquier sociedad, no deja de sorprendernos que nuestros gobiernos —ya sean comunitarios ya sean estatales— opten por reducir la inversión en ella. ¿No deberían abogar por una sociedad en la que todos sus miembros tengan pleno y libre acceso al conocimiento? ¿No deberían fomentar un país en el que se pudiera formar a todos y cada uno de sus individuos?
Parece que toda educación orientada al pensamiento crítico y desarrollo de las cualidades discursivas va en contra de los intereses dominantes. De ahí que pensemos que estos recortes, especialmente en la rama de humanidades, no tienen como objetivo economizar sino coartar libertades.
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