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18 de mayo de 2013

"Sentirte en la palabra" por Zouhair Fass



Por Zouhair Fass








Sentir la palabra

cuando la soledad habita el alma

y la alegría abandona la cara. 

Cuando está todo ausente 

espíritu, razón y mente. 



Sentir la palabra 

viéndola revolcarse 

entre pasiones de hembra 

y amores tirándose al vacío 

sin redes ni cuerda. 




Sentirte en la palabra 

respirando la ausencia, 

el aire que falta.



Zouhair Fass (Tánger) 



15 de mayo de 2013

El escritor y sus fantasmas

Ernesto Sábato (Rojas, Argentina, 1911 - Santos Lugares, 2011)


Extracto de la entrevista que Roberto Alifano realizó a Ernesto Sábato para el diario Clarín tras la publicación de Abaddón el exterminador en el que el escritor argumenta sobre la "universalidad" en la literatura:


-¿Qué se necesita para ser universal en literatura?
-Casi le podría afirmar que antes es necesario ser nacional. Tal vez la explicación puede ser esta: para que sintamos en cualquier parte del mundo y en cualquier época a un personaje, ese personaje debe ser, ante todo, verdadero; debe tener carne y hueso, cerebro y corazón, y no hay seres carnales sino en un lugar concreto y en una época precisa. El proceso cultural de la humanidad es perpetuo y vive de acciones y reacciones entre todos los hombres de una nación y entre todas las naciones. Por eso yo creo que hay que ser nacional; es decir, expresar la tierra, el lugar donde se nació y se vive. Pero sin engañarnos con eso de "la cultura nacional", que es una falacia.

-¿Podría ampliar ese concepto?
-Como no. Para mí no existe la cultura estrictamente nacional. Hasta los dioses griegos, que algunos suponen el paradigma de la pureza, están infectados de religiones asiáticas y egipcias. Malraux dijo que toda pintura se hace sobre la precedente; habria que agregar que se hace también sobre la que la rodea, en un proceso tan complejo que hasta los enemigos se influencian, ya que no sólo se influye por el amor, sino, sobre todo, por el odio. Los enemigos terminan por esa razón asemejándose: presos y guardianes; ultraizquierdistas y ultraderechistas... En la realidad, todos hablamos, escribimos, pintamos y filosofamos sobre la base de lo que los demás han hablado y escrito y pintado y filosofado. Solamente un imbécil puede creerse absolutamente original.

Y para quien tenga interés en leer la entrevista completa aquí el enlace.



10 de mayo de 2013

Luz de luna



Por Jordi Rivera







En el insoportable estruendo de la noche silenciosa
tan solo acompañado por la nostalgia,
tu recuerdo rompe mi soledad bañada en luz de luna.

Fue entonces veneno de amor tomado en dorada copa
o inoculado por una rauda flecha.

Pero ahora, escucho en el lejano murmullo del río
deslizar sobre sus aguas mi cristalina melancolía.

Sopla un suave viento que parece llevar tu aroma
para siempre perdido
y mis ojos se abrasan al creer ver pasar tu sombra
transportada en las hojas del erguido roble.

En esta nueva noche solitaria
ojalá pudiera dormir y soñar tener alas
para volar tras las hojas del carvajo
y alcanzarte en la cima de la mas gallarda montaña
y así tener de nuevo el mundo a nuestros pies.

Mas éste hace ya tiempo que dejó de ser cumplido servidor
de mis anhelos soñados
y sé que apenas va a quedar memoria de mí
ni en la noche silenciosa
ni en el río de las aguas murmurantes
ni en el suave viento
ni en el roble de ligeras hojas
ni en la excelsa montaña
ni en ti.

Mi recuerdo extraviado en las infinitas sombras
de un amor fugitivo
y yo eternamente perdido
bajo la fría lluvia de la luz de la luna.



Jordi Rivera (Barcelona)







8 de mayo de 2013

La parodia en "Diente de Parnaso"



Entre la producción poética del andaluz Juan del Valle y Caviedes, autor que ocupa una posición de prestigio en la literatura latinoamericana del siglo XVII, existe un grupo de poemas satíricos y  burlescos que suelen citarse bajo el título Diente de Parnaso. 

Con ellos efectúa una severa crítica contra la sociedad limeña de su tiempo (Caviedes residió en Perú casi toda su vida). La más dura se dirige hacia los médicos aunque también se critica a abogados, poetas, pintores, clérigos, mulatos, personas de físico deforme, mujeres, etc. Tal como afirma Giussepe Bellini en su Nueva Historia de la literatura hispanoamericana: ‹‹Caviedes reprochaba a la sociedad limeña la suficiencia, la presunción, la superficialidad, la incompetencia, la charlatanería de la que los mayores culpables eran los que debían servir de guía y ejemplo: médicos, religiosos, hombres de gobierno››. 

En la tradición literaria anterior a Caviedes es habitual encontrar ataques contra los que practicaban la profesión médica. Muestra de ello son los Epigramas de Marcial, las Sátiras de Juvenal o sin ir tan lejos en el tiempo los abundantes ejemplos en la obra de Quevedo ─de quien nuestro autor fue un apasionado lector─, por citar solo algunos ejemplos. Como hace notar Daniel R. Reedy en el prólogo de la Obra Completa de este autor ‹‹Caviedes no ignoraba esa larga tradición y en su Romance jocoserio a saltos al asunto que él dirá, si lo preguntaren los ojos que quisieren leerlo cita a muchos de sus antecesores: Séneca, Sócrates, Diógenes, Aristóteles, Demócrito, San Agustín, Marcial, Juvenal…››

Pero Caviedes no solo evidencia conocer esta tradición sino que parece como si quisiera mostrarnos su crítica como resultado de sus experiencias personales con este gremio, tal como vemos en su poema Parecer que da de esta obra la anatomía del hospital de San André:

‹‹Y así reprueba el autor
los médicos por dañinos,
contrarios a la salud
y de la vida enemigos.
Hombre, ¡mirad lo que hacéis!
¡Huíd de médicos malditos!
O si no, os pondrán los huesos
como yo tengo los míos…››

Otro aspecto que nos llevaría a pensar en esa misma dirección es que su sátira, en muchas oportunidades, se dirige contra personas concretas de la capital peruana de su tiempo. En la Lista de Nombres y Personajes Históricos y Contemporáneos, elaborada por Daniel R. Reedy, se incluyen datos sobre los médicos nombrados por Caviedes los cuales afirma que fueron personas reales con quienes Caviedes trataba a diario en Lima.

Todo ello llevó a la crítica durante mucho tiempo, más atenta a las fantasías populares que a otra cosa, a querer ver en el conjunto de estos poemas una inquina personal contra los doctores limeños como consecuencia de alguna “penosa” enfermedad padecida por el autor que los médicos no supieron curar. Sin embargo, estudios más estrictos y recientes refutan esta fantasía y muestran en el poemario su audaz denuncia y censura de las costumbres y la seriedad de su compromiso.

Antonio Lorente afirma que Diente de Parnaso "es una parodia literaria que opera simultáneamente en dos planos diferentes: como parodia bibliográfica de las disposiciones legales de su época para la impresión de un libro, adaptadas a la sátira médica que constituye su discurso; y como parodia de un mundo heroico desmitificado u olvidado de su código deontológico". En efecto, el tono paródico está presente en todo el poemario y se intensifica en los Preliminares.

En la obra vemos como sus invectivas, a veces realistas y otras ridículas o hiperbólicas, contra los médicos están plagadas de ironías, sarcasmos, antítesis, equívocos, retruécanos, metáforas, comparaciones…, recursos estilísticos de los que Caviedes se vale para atacar de forma humorística a sus víctimas.  Otro recurso muy empleado por el autor, que muestra su atracción muy del gusto barroco por lo grotesco, es la descripción de físicos deformes. También la animalización o la traslación del sujeto “persona” a sujeto “cosa” son recursos irónicos empleados por Caviedes.

Por lo que respecta al lenguaje se utiliza, con un propósito paródico, un vocabulario coloquial y muchas veces vulgar. Otras veces con el fin de imitar jocosamente el habla de los galenos se utilizan latinismos.

Muchos han considerado a Caviedes como el “Quevedo limeño” y efectivamente observamos muchas similitudes con el Quevedo satírico: en el tono, en la crítica de las costumbres, en el gusto por lo grotesco y escatológico... Su influencia es profunda, sin embargo Caviedes expresa formas personales. Su obra muestra una sincera posición beligerante ante la sociedad peruana que hoy nos sirve como un documento muy significativo.



1 de mayo de 2013

La diosa de los infiernos: Perséfone


Las divinidades de la mitología griega no son ni buenas ni malas sino poderosas. Las conocemos principalmente por los relatos de Homero. Los dioses y diosas homéricos son esencialmente humanos en su conducta y actúan motivados también por deseos humanos.

Los dioses principales eran el grupo de los doce olímpicos que residía en el monte Olimpo. Estos dioses se reparten en dos generaciones: la de los hijos de Crono y Rea, es decir, Hestia, Deméter, Hera, Hades, Posidón y Zeus, y la de los hijos de Zeus: Atenea, Perséfone, Apolo y Ártemis (gemelos), Hefesto, Ares, Hermes, Afrodita y Dioniso. De todos ellos, Zeus fue el que consiguió la supremacía y el poder en el Olimpo cuando destronó a su padre Crono. Se repartió el dominio del mundo con sus dos hermanos Posidón (dios de los mares y de las aguas) y Hades (dios del mundo subterráneo). Una de las principales características de todos estos dioses es su antropomorfismo y su sumisión al dios soberano, Zeus.

Zeus es el dios de la luz del día, del cielo y los fenómenos atmosféricos y goza de un poder ilimitado. Recibe el epíteto de ‘padre de hombres y dioses’. La descripción de sus aventuras, de sus encuentros y desencuentros y de sus devaneos amorosos ocupa buena parte de la mitología griega. Y hoy, precisamente, dedicamos nuestro artículo al fruto surgido del devaneo que tuvo con su hermana Deméter (la madre tierra), es decir a la diosa Perséfone (Proserpina en la mitología romana).

Perséfone es la diosa de los infiernos y compañera de su tío Hades quien se enamoró de la joven y la raptó mientras ella cogía flores con unas ninfas en el llano de Enna (Sicilia) para llevársela al mundo de las sombras. Su madre, Deméter, la buscó por toda Grecia pero no la encontró. A medida que la buscaba, los campos quedaban estériles por el dolor de la diosa, quien estaba ajena a su cuidado. La tierra quedó yerma y el propio Zeus tuvo que enviar a Hermes para que buscara a Perséfone y la trajera de regreso. Pero cuando Hermes la encontró, Perséfone, persuadida por Hades, había quebrantado el ayuno de los infiernos comiéndose un grano de granada y ello la condenó a estar encadenada para siempre al mundo de las sombras. Por este motivo Perséfone pasa una parte del año con su madre en el Olimpo y otra en el Hades con su esposo, con quien está obligada a regresar por su desliz. Este período en el que Perséfone está en el Hades es el invierno, donde la naturaleza se paraliza, y cuando Perséfone vuelve del mundo de los muertos resurge la primavera.

Ya apuntábamos en un escrito anterior que el mito en las sociedades antiguas responde a una necesidad básica del ser humano que no es otra que la de buscar explicaciones a cuanto le rodea. En este caso se trata de un mito explicativo del ciclo vegetativo. Este mito está presente en otras culturas orientales como el de Isis y Osiris o Istar y Adonis. También lo encontramos en los cuentos populares de La bella durmiente o Blancanieves, entre otros.



Escultura: El rapto de Proserpina (Perséfone en la mitología griega) de Gian Lorenzo Bernini (El mármol hecho carne).