Páginas

29 de agosto de 2013

Instrucciones para triunfar en el oficio

Un cuento muy ilustrativo de Eduardo Galeano, para reflexionar:

Hace mil años, dijo el sultán de Persia:

-Qué rica.

Él nunca había probado la berenjena, y la estaba comiendo en rodajas aderezadas con jengibre y hierbas del Nilo.

Entonces el poeta de la corte exaltó a la berenjena, que da placer a la boca y en el lecho hace milagros, porque para las proezas del amor es más poderosa que el polvo de diente de tigre o el cuerno rallado de rinoceronte.

Un par de bocados después, el sultán dijo:

-Qué porquería.

Y entonces el poeta de la corte maldijo a la engañosa berenjena, que castiga la digestión, llena la cabeza de malos pensamientos y empuja a los hombres virtuosos al abismo del delirio y la locura.

-Recién llevaste a la berenjena al Paraíso, y ahora la estás echando al infierno –comentó un insidioso.

Y el poeta, que era un profeta de los medios masivos de comunicación, puso las cosas en su lugar:

-Yo soy cortesano del sultán. No soy cortesano de la berenjena.



Eduardo Galeano (Montevideo, Uruguay)

22 de agosto de 2013

Confianza

Pedro Salinas

Mientras haya
alguna ventana abierta,
ojos que vuelven del sueño,
otra mañana que empieza.

Mar con olas trajineras
—mientras haya—
trajinantes de alegrías,
llevándolas y trayéndolas.

Lino para la hilandera,
árboles que se aventuren,
—mientras haya—
y viento para la vela.

Jazmín, clavel, azucena,
donde están, y donde no
en los nombres que los mientan.

Mientras haya
sombras que la sombra niegan,
pruebas de luz, de que es luz
todo el mundo, menos ellas.

Agua como se la quiera
—mientras haya—
voluble por el arroyo,
fidelísima en la alberca.

Tanta fronda en la sauceda,
tanto pájaro en las ramas
—mientras haya—
tanto canto en la oropéndola.

Un mediodía que acepta
serenamente su sino
que la tarde le revela.

Mientras haya
quien entienda la hoja seca,
falsa elegía, preludio
distante a la primavera.

Colores que a sus ausencias
—mientras haya—
siguiendo a la luz se marchan
y siguiéndola regresan.

Diosas que pasan ligeras
pero se dejan un alma
—mientras haya—
señalada con sus huellas.

Memoria que le convenza
a esta tarde que se muere
de que nunca estará muerta.

Mientras haya
trasluces en la tiniebla,
claridades en secreto,
noches que lo son apenas.

Susurros de estrella a estrella
—mientras haya—
Casiopea que pregunta
y Cisne que la contesta.

Tantas palabras que esperan,
invenciones, clareando
—mientras haya—
amanecer de poema.

Mientras haya
lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
lo que venga.


Confianza (Pedro Salinas)


20 de agosto de 2013

El ingenioso Hidalgo


‹‹Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén.››

Fragmento de “El Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha”
Miguel de Cervantes Saavedra


16 de agosto de 2013

Obsesión


Por Maite Mateos





No quieres traicionarte pero sigues empuñando el boli. De acuerdo, sigue por ese camino. Ya no soy yo. Soy yo y tú al mismo tiempo. Dos opciones soledad o sociedad. Soledad no es aislamiento. Soledad es el tiempo, un tiempo que no es tiempo sino eternidad. Yo y tú; sola conmigo misma.

¿Amor? ¿No podré escapar de ello? ¡Si soy una vieja ya! Vejez como maldad. Juventud como belleza y bondad… Cuánta distorsión, cuánta confusión, cuánta equivocación…

Soy una bruja de plateados cabellos y solo con plata puedo peinarlos. ¡Ser malévolo! ¡Infame virago! ¿Qué juventud del alma podrías mostrar? ¿Qué juventud? ¿Qué belleza?

Sobre ti caerá la soledad…

¡Y qué! ¡No me asusta!

¿Soy una bruja de plateados cabellos? ¿De viles pensamientos? ¿Por qué me siento así? ¿Qué he hecho?

¿Amor? ¿Soledad? ¿Muerte? No me asustan. Prefiero la soledad al sufrimiento. No quiero sufrir. No quiero amar. No quiero aceptar la muerte. Y sufro escribiendo esto. Las lágrimas resbalan por mis mejillas y sin embargo, no puedo detener esta mano que manejando el boli se niega a obedecerme. El papel se emborrona. La mano, la mente, todo en uno. Ambos unidos para luchar ¿Contra qué? ¿Contra el amor? ¿La soledad? ¿La muerte?

Inútil empeño.


Maite Mateos (Cevià de les Garrigues, Lérida)



15 de agosto de 2013

Pedro Páramo



"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. ‹‹No dejes de ir a visitarlo ─me recomendó─. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.›› Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas."

Fragmento de “Pedro Páramo”
Juan Rulfo





14 de agosto de 2013

Bienvenida

Mario Benedetti


Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
como te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tú nostalgias
y como me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable

ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.


Bienvenida de Poemas de otros (Mario Benedetti)


12 de agosto de 2013

Cita con Lorca


Federico García Lorca



‹‹Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.››



3 de agosto de 2013

Cruzar la ciudad



Por Marta Pruna





Me gusta pensar en la sensación - la sacudida- que provoca el aire congelado cuando entra en contacto con mi cara. Aquella mezcla de complicidad cuando el deseo se deja frágilmente capturar por el frío, el frío nervioso del sentir por sentir.

Me entrego a la fría noche, cruzo media ciudad en una moto que me indica consciente el camino por el cual me dejo llevar. Hay luces por todas las calles, con sus decorados, nuevos diseños, recientes ideas, como aquel árbol que deja caer cada dos segundos una luz que resbala, como un gusano que se agarra a la rama pero no se puede mantener, como el fin de una cuerda que se desliza, como los líquidos que fluyen, sobre todo hacia abajo, solo sobre todo. Sé muy bien, que otros van hacia arriba, y llenan toda cavidad imaginable e inimaginable.

Las luces de colores, sin duda, me avisan a gritos que pronto acabará un año. Otra vez.

La diversidad y el caos envuelven la ciudad atravesada a ritmo precipitado. Como una bala la traspaso y en el momento que mi retina se detiene a dibujar un nuevo motivo se me arranca temiblemente. Dos pequeñas ruedas patinan rascando el alquitrán hacia un nuevo mundo sorprendente que a cada instante muere. La espalda que acaricia mi diafragma me lo recuerda, como cualquier retrato que comienzo inacabado, mientras el ruido de la mina recién afilada se pelea con un papel que siempre acaba siendo demasiado fino, delgado, delicado, nunca hay demasiadas capas para dejar algo completo. Los fragmentos humanos se precipitan hacia ese bullicio, hacia la soledad, pues por fin he alcanzado un lóbulo ocular inquieto por mi mirada que jamás sabrá quién soy. ¿Para qué tendría que saberlo? Si en cualquier caso todo pasa.

Siento mi respiración bajo un casco que entela una visera entreabierta y presiono con fuerza la chaqueta del ser humano que conduce, aprieto mis piernas y estudio la medida de su pelvis muy detenidamente, su inclinación, su anchura, su dureza, y valoro el contenido de ese espacio que separa mis rodillas como un verdadero milagro. ¿De qué otro modo podría verlo?

Me adentro en diferentes barrios y descubro sus sutiles fronteras, enormes telarañas que se agarran entre fabulosos edificios modernistas y diminutos rascacielos que, por si acaso, rompo con mi velocidad, haciendo agujeros para dejar lugar a la tolerancia, al mestizaje, al respeto pues al fin todos nos necesitamos para hacer grandes cosas.

Me introduzco finalmente en una calle estrecha y raquítica que desconozco, donde la moto para definitivamente. Aquí no hay ni semáforos ni coches, aquí hay un silencio absoluto que aplasta el suelo y ninguna razón de tráfico o social para detenerse, para detenernos. Aquí solo hay la hermosa tentativa de dos cuerpos helados que comparten vocablos llenos de mensaje, con toda su trama y enlace, con toda su textura y peso… el peso de las palabras nunca dichas… Aquí también existe un elevado número de partículas que se atraen para formar el calor que se obtiene cuando dos cuerpos se rozan entre sí, con fuerza, aquí incluso hay la belleza de unos rizos en unos labios húmedos que quisiera ver como se abren para pronunciar solamente mi nombre, mientras maravillosamente tiemblan.

Y mi nombre se emite en la noche oscura, y eso es suficiente.



Texto y fotografía de Marta Pruna (Cervià de les Garrigues, Lérida) 




1 de agosto de 2013

Psique



Psique es el nombre del alma pero también es el de la protagonista de una leyenda transmitida por Apuleyo en sus Metamorfosis.

Era hija de un rey que vivía apesadumbrado porque, al contrario de lo que sucedió con sus dos otras hijas, nadie quería casarse con ella debido a su sobrehumana belleza que asustaba a todos sus pretendientes. Desesperado, sin saber qué hacer, decidió consultar con un oráculo quien le aconsejó que la vistiese de boda y la abandonase en una roca donde un “monstruo horrible” la poseería. El rey hizo lo que el oráculo le aconsejó y, ataviada de novia, abandonó a Psique en la cima de una montaña.

La bella Psique, presa de la desesperación, temblaba de miedo. Por un momento temió que iba a morir de espanto pero de pronto notó como el viento la elevaba suavemente y la transportaba por los aires hasta depositarla sobre un lecho de verde césped en el que, exhausta por la emoción, cayó profundamente dormida. Al despertar, vio que se hallaba en un precioso palacio de oro y mármol. Paseó todo el día por cada una de sus múltiples estancias hasta que al atardecer notó una presencia a su lado cuya voz le anunció que se trataba de su marido, el marido sobre el que había hablado el oráculo. Pero Psique no tuvo miedo ya que aquel aliento que sintió en su cuello no le pareció el de un monstruo horrible sino todo lo contrario y en ese mismo instante supo que, gustosamente, se convertiría en su esposa. Sin embargo, la voz también le advirtió que no podría verlo jamás si no quería perderlo para siempre.

Y así transcurrieron las semanas... durante el día Psique estaba sola en su palacio y por la noche su esposo se reunía con ella para hacerla muy feliz.

Un día nuestra heroína le pidió a su marido que le permitiera ir a visitar a su familia ya que sentía añoranza y, con el consentimiento de él, de nuevo fue transportada por el viento hasta su antiguo hogar. Sus hermanas tras hacerle confesar que jamás había visto a su esposo, celosas de su felicidad, extremaron su ingenio para hacerle surgir la duda en su alma. La convencieron para que al regresar ocultase una lámpara durante la noche y cuando él estuviera dormido la acercase para poder contemplar a quien tanto amaba.

Psique, al volver a su morada, llevó a cabo el consejo de sus hermanas y descubrió a un hermoso adolescente durmiendo a su lado. Emocionada por el descubrimiento le tembló el pulso y la lámpara que sostenía dejó caer unas gotas de aceite hirviendo sobre él. Al sentirse quemado Amor (pues era el "monstruo cruel" al que se había referido el oráculo) despertó y tal como le había advertido huyó de su lado.

Psique, sin la protección de Amor, se lanzó a errar por el mundo lo que provocó la cólera de las divinidades quienes le impusieron varias obligaciones que ella no llevó a cabo. Al desobedecer la castigaron haciéndola caer en un eterno sueño.

Mientras tanto, Amor estaba desesperado porque no podía olvidar a Psique. Al verla sumida en un profundo sueño voló hacia ella y la despertó de un flechazo. Luego subió al Olimpo y suplicó a Zeus que le permitiera casarse con esa dulce mortal. Zeus consintió.

Y hasta aquí nuestro resumen del mito de Psique. Como habréis observado, encontramos en esta leyenda algunos pasajes que podemos reconocer, solo hay que preguntarse sobre su simbología...


Amore e Psique, escultura de Antonio Canova