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18 de diciembre de 2013

El lazarillo de ciegos caminantes

Entre el abundante número de libros de viajes que se producen en el siglo XVIII para saciar la curiosidad europea sobre el continente americano aparece en 1775 en Lima El Lazarillo de ciegos caminantes del santanderino Alonso Carrió, libro que constituye un magnífico documento para conocer la realidad de la sociedad americana de su época, eso sí sin perder de vista la perspectiva colonialista de su autor.

Aun tratándose de un libro de viajes, encontramos en él una serie de rasgos (notas costumbristas, humor en las descripciones, inserción de anécdotas personales, citas y referencias a autores clásicos y contemporáneos del autor…) que lo hacen muy singular dentro de su género. Incluso su propio título lo es como lo es el hecho de que fuera publicado con falsa licencia, falso lugar de edición, falsa imprenta y bajo falsa autoría, concretamente la de Calixto Bustamante Inca (‹‹Concolorcorvo››) quien en realidad fue amanuense de Carrió durante diez meses.  

Los motivos reales que llevaron a ello a su verdadero autor no los sabemos con certeza pero entre los debatidos y argumentados por los estudiosos bien podríamos aventurarnos a incluir que se tratara de una licencia poética más para enriquecer su obra.

Alonso Carrió embarcó hacia América en 1736, cuando tenía unos 20 años. Primero estuvo en México y luego en Perú desde donde llevó a cabo varias misiones comerciales en Chile y Buenos Aires. Posteriormente obtuvo el cargo de Segundo Comisionado para el arreglo de Correos y ajuste de Postas entre Montevideo – Buenos Aires – Lima (misma ruta que sigue en el libro), circunstancias que lo convierten en un gran conocedor del territorio tanto desde su perspectiva comercial como de funcionario. 


Mientras se recorre este itinerario en El lazarillo Carrió nos va ofreciendo abundante información sobre distancias geográficas entre poblaciones, paisajes, construcción de las ciudades, sobre la salubridad del agua o sobre la flora y fauna. Por lo que respecta a la población se nos da cuenta del número de habitantes, su forma de ganarse la vida ─ prestando especial atención al comercio de mulas sobre el que dedica un buen número de páginas─, sus hábitos alimenticios ─resaltando el excesivo consumo de vacuno─, su vestimenta y sus formas de diversión, entre otros aspectos. 

La población que va describiendo la clasifica por razas o castas y es a partir de estas descripciones donde se aprecia su visión claramente colonialista de la sociedad americana.  

Por un lado habla de los blancos que subdivide en españoles europeos y españoles americanos o criollos.  A los primeros, que considera superiores a los romanos, intenta siempre defenderlos de las acusaciones que se les hacían sobre todo desde Europa. Se observa en todo el libro una sobrevaloración de lo español especialmente manifiesta en los capítulos XVII, XVIII y XIX en los que los exonera de las acusaciones en torno a los repartimientos, la esclavitud de los indios y los obrajes. Por lo que respecta a los criollos, aunque reconoce su rivalidad con los peninsulares, adopta una actitud conciliadora en el enfrentamiento entre gachupines y criollos y los defiende de los falsos juicios que circulaban por Europa.  


En segundo lugar están los indios a quienes en ocasiones distingue entre indios ‹‹civilizados›› e indios ‹‹bárbaros››.  En general los considera holgazanes, falsos creyentes, idólatras, crueles, vengativos, traidores, ladrones, borrachos, entre otros distintivos. No obstante, también menciona algún rasgo positivo como su inteligencia, su habilidad para las artes y su capacidad de sacrificio y obediencia. Dentro de este grupo también hace alguna alusión sobre los mestizos a quienes califica ‹‹peores que gitanos›› y nombra despectivamente con el diminutivo ‹‹mesticillos››

El tercer puesto de la escala lo ocupan los negros (libres y esclavos) y mulatos. Carrió considera a los negros esclavos ‹‹trastos inútiles y casi perjudiciales, porque además de su natural torpeza y ninguna práctica en los caminos, son tan sensibles al frío que muchas veces se quedan inmóviles y helados…›› e incluso los negros civilizados ‹‹son infinitamente más groseros que los indios››. Nos resulta muy significativo para conocer su visión respecto al esclavismo lo apuntado al intentar describir el número de habitantes en  la ciudad de Córdoba: ‹‹…pero en las casas principales es crecidísimo el número de esclavos, la mayor parte criollos, de cuantas castas se pueden discurrir, porque en esta ciudad y en todo el Tucumán no hay la fragilidad de dar libertad a ninguno…››, ideas que se reiteran a lo largo del libro.


Otro aspecto que muestra su visión de superioridad como español europeo lo podemos observar en sus comentarios respecto a las lenguas autóctonas que considera necesario abolir ‹‹… se debía poner el mayor conato para que olvidasen enteramente su idioma natural›› y culpa a los misioneros por permitir mantenerlas y no imponer el castellano.

Podemos concluir diciendo que Carrió desarrolla toda esta abundante información con una prosa que destaca por su claridad expositiva, sin dejar de lado la inserción de chistes, refranes y anécdotas que hacen muy amena su lectura. Se trata de una obra que además de ciertos valores científicos reúne valores literarios que la convierten en un libro de viajes muy singular y por supuesto muy diferente a los de su época. 



11 de diciembre de 2013

Biblioteca Vasconcelos


Seguimos nuestro paseo por las bibliotecas más impresionantes del mundo. Sin embargo, en esta oportunidad la que llama nuestra atención no está ubicada en un edificio antiguo y señorial sino en uno del siglo XXI. Nos referimos a la Biblioteca Vasconcelos de la ciudad de México, también conocida como la Megabiblioteca, que alberga más de medio millón de ejemplares en su fondo.

Su nombre hace honor al abogado, escritor, filósofo, presidente de la Biblioteca Nacional de México y gran promotor de la lectura en dicho país José Vasconcelos.





La construcción, obra de los arquitectos Alberto Kalach y Juan Palomar, tras sufrir varios retrasos debido tanto a fallas como a recortes presupuestarios, fue inaugurada en el año 2006. Se trata de una admirable muestra de la arquitectura contemporánea, construida en acero, concreto, mármol, granito, madera y vidrio. En la revista Architectural Record se considera como uno de los edificios de bibliotecas más representativos y modernos del mundo.

Una de las singularidades de este edificio, de más de cuarenta y cuatro mil metros cuadrados, es su sistema de estanterías ampliables que permiten aumentar su acervo sin tener en cuenta las limitaciones de espacio.



En sus salas de usos múltiples se realizan talleres literarios, científicos, ciclos de cine, conferencias, etc. También dispone de terrazas panorámicas distribuidas en los distintos niveles del edificio en las que el lector puede disfrutar de una estupenda vista de la Ciudad de México.

El jardín que rodea al recinto bibliotecario tiene una extensión de veintiséis mil metros cuadrados. En él podemos encontrar casi sesenta mil ejemplares de diversas especies arbóreas, arbustivas y herbáceas. Este espacio verde fue creado para aumentar el entorno ecológico de la zona.

Biblioteca Vasconcelos
Eje 1 Norte (Mosqueta)
esq. Aldama s/n
Buenavista, Cuahtémoc
06350 Ciudad de México
México
+52 55 9157 2800


Fotografías de Wikimedia commons

2 de diciembre de 2013

El teatro en la Hispanoamérica colonial. Historia real y simbolismo



Las primeras formas teatrales que llegaron a América fueron de carácter religioso, se trataba de versiones de los Autos medievales cuyas representaciones estaban íntimamente relacionadas con las fiestas públicas.

En la tradición del teatro medieval la alegoría era habitual, se trataba del símbolo mediante el cual se emitía el mensaje aleccionador. Pero antes de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo ya existía un teatro indígena en el que también se hacía uso de la alegoría. Tal como afirma Zoé Jiménez Corretjer en Visión cosmogónica de lo alegórico en la obra de González de Eslava ‹‹Tanto los mitotes o areitos, de los cuales guardan memoria múltiples códices, describen los rituales religiosos de los indios en los cuales se llevan a cabo danzas y representaciones de animales. Estos indígenas se expresaban no solo de manera corporal sino en una expresión multifacética que incluía el canto, la actuación, el baile y la música; incluso transformaban el ambiente creando una especie de escenografía natural››.

Por lo tanto no es de extrañar que el mejor medio utilizado por los evangelizadores para llevar a cabo su misión fuera el teatral ya que el teatro era código inteligible para los indígenas e instrumento fácil para los religiosos, de ahí que las representaciones de estas obras se prolongaran ampliamente.

Las fechas marcadas en el calendario litúrgico eran motivo para la elaboración de estas obras pero también lo era la llegada de un Virrey, de un cargo eclesiástico, el nacimiento de un príncipe u otros acontecimientos, circunstancias que González de Eslava, uno de los autores más representativos de este género en la época, incluirá en sus piezas teatrales haciendo confluir de este modo pasajes reales con los signos alegóricos propios de la tradición religiosa pero enriqueciéndolos con el concepto simbólico indígena, aspecto que le otorgará novedad al género y que además permitirá fechar algunos de los dieciséis Coloquios publicados por el agustino Fray Fernando Vello de Bustamante en 1610, nueve años después de la muerte del autor

Muestra de la presencia de lo histórico la podemos ver, de entrada, presentada en los propios títulos de algunos de los Coloquios en los que se cita el acontecimiento o suceso sobre el que se basa su composición, unas veces hecha -seguramente por encargo- para realzar la figura de ciertos personajes relevantes y otras para dignificar acontecimientos o la celebración que se iba a llevar a cabo.

Eslava crea sus alegorías aprovechando ingeniosamente los sucesos reales. El coloquio V De los siete fuertes que el Virrey Don Martín Enríquez mandó hazer... es una muestra de ello. En él aprovecha la estrategia de defensa (la construcción de fuertes) ordenada por el Virrey para la guerra en contra de los chichimecas para crear la alegoría que sirve de apoyo al tema doctrinal de su coloquio.

En el coloquio XIV De la pestilencia que dio sobre los Naturales de México, el autor presenta de manera alegórica la epidemia ocurrida en 1576. La enfermedad está representada por una mujer que busca a los hombres para darles muerte y llevárselos consigo. Una prueba de la veracidad del hecho real del que se sirve para crear su alegoría la encontramos en El libro de Thomas M. Witmore Disease and Death in Early Colonial México, en el que aparece esta enfermedad tal y como la describió el autor en su obra teatral.

También encontramos alegoría basada en la historia en el coloquio VIII Del testamento nuevo que hizo Cristo nuestro bien, donde González de Eslava muestra las ventajas de la Ley de la Gracia o Ley Nueva en contraste con las limitaciones de la Ley Vieja. Amado Alonso (Bibliografía de Fernán González de Eslava, Revista de Filología Hispánica) lo relacionó con el debate sobre la ley mosaica en el que González de Eslava, Francisco de Terrazas y Pedro de Ledesma participaron en 1563. Los documentos de la Inquisición han conservado dos versiones de ese debate, en décimas antiguas, según afirma Teodoro Fernández en Sobre el teatro de Fernán González de Eslava.

De igual forma Eslava aprovechó la fusión de lo didáctico y lo cómico para multiplicar las alusiones a la actualidad contemporánea y buscar equivalencias de lo alegórico con lo real, de ahí que encontremos continuas referencias a sucesos, lugares y costumbres del México de su época en los textos, como por ejemplo en el coloquio IV De los cuatro doctores de la iglesia, en el que se alude a lugares como Cuyohuacan, Huaxaca, Cuernavaca o Micchuacan, sin olvidar el propio lenguaje utilizado, lleno de expresiones populares y de aztequismos, que ayudan a introducirnos en la expresión corriente de las gentes de aquel México de la época.