Poco se puede añadir a lo que ya se ha dicho y escrito sobre la ópera prima de Jesús Carrasco, novela que desde que se publicara en el año 2013 ha conseguido reunir muchos adeptos pero también detractores.
Personalmente la he disfrutado y, por extraño que parezca, su lectura me ha remitido en más de una oportunidad al poema narrativo “La Cautiva” del argentino Esteban Echevarría. Teniendo en cuenta sus muchas divergencias se me ocurre que tal vez fuera porque ambas obras aúnan los mismos tres ejes temáticos: la huida, la pequeñez del hombre ante la inhóspita naturaleza (elemento protagonista) y la barbarie.
“Intemperie” nos narra la historia de un niño que cansado de someterse, bajo la connivencia del padre, a satisfacer los apetitos sexuales del alguacil de su pueblo decide huir de la casa paterna. La lucha por la supervivencia de cuerpo y alma (elementos a los que a modo de dilogía podría aludir el título) en una región deshabitada y castigada por la sequía será la trama para dar luz a algunos valores universales que aparecen en la novela.
En sus 224 páginas no vemos ni un solo nombre propio y tampoco existen referencias temporales o espaciales. Estas elusiones podrían ser un recurso más para dotar de universalidad y atemporalidad los hechos que narra, aunque no es difícil deducir que los mismos se sitúan en la segunda mitad del siglo pasado (postguerra) y toman como escenario la meseta central de España.
Es una historia lineal, sin saltos temporales (salvo una excepción), escrita en presente narrativo y en la que apenas aparecen diálogos. Un poco lenta, bajo mi criterio. De prosa ágil, con frases concisas y un léxico lleno (tal vez en exceso) de voces rurales. En este aspecto el autor hace un auténtico alarde de su riquísimo caudal lingüístico.
Para terminar, como curiosidad, añadir que "Intemperie" se publicó en trece países de Europa antes de editarse en España lo que no deja de ser un ejemplo de lo difícil que resulta en este país debutar como escritor.