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27 de junio de 2015

Papá no llora


Le basta oír “es hora de dormir” para irse a la cama. Ya ni siquiera recurre a la zalamería con la que conseguía alargar sus juegos. Nada es como antes, ahora todo sabe a limón. Como cada noche, mira ensimismado la cara de su madre congelada en el papel mientras el eco “tenemos que ser fuertes” retumba persistente en sus oídos. Cuando el padre entra por sorpresa en la habitación lo encuentra aún despierto: ¿no tienes sueño? El niño, imitando los gestos de él, se traga el sollozo mudo y niega con la cabeza. El padre se acerca para arroparlo y repara en lo que semioculta bajo las sábanas. Las miradas nubladas se cruzan. El silencio se ensancha. ¿Te ha vuelto a entrar polvo en los ojos, papá?, logra balbucear al fin. Sí, miente. 


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Esta es mi pequeña colaboración en el nº 38 de la revista "Narrativas" (Pág. 86). Desde aquí les hago llegar mi agradecimiento.



26 de junio de 2015

Derrumbando torres de marfil


«Cuando alguien me preguntó, hace ya muchos años, ¿piensa usted que el poeta debe escribir para el pueblo, o permanecer encerrado en su torre de marfil era el tópico al uso de aquellos días consagrado a una actividad aristocrática, en esferas de la cultura solo accesible a una minoría selecta?, yo contesté con estas palabras, que a muchos parecieron un tanto evasivas o ingenuas: “Escribir para el pueblo decía mi maestro ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos claro está de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, es escribir también para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, Shakespeare, Tolstoi… Es el milagro de los genios de la palabra. Tal vez alguno de ellos lo realizó sin saberlo, sin haberlo deseado siquiera. Día llegará en que sea la más consciente y suprema aspiración del poeta. En cuanto a mí, mero aprendiz de gay-saber, no creo haber pasado de folklorista, aprendiz, a mi modo, de saber popular." [...]»

Parte del discurso pronunciado durante la clausura del II Congreso Internacional de Escritores, en Valencia, por Antonio Machado (a quien fui a visitar hace unos días en Colliure). 

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Nicho, cedido por una vecina, en el que reposan sus restos y los de su madre, Ana Ruiz, en el pequeño cementerio de la localidad francesa.


"Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje, 
casi desnudo, como lo hijos de la mar." 


Hotel Bougnol-Quintana, en el que se hospedaron a su llegada, esperando una ayuda que no llegaría a tiempo. A los veinticinco días el poeta murió. Tres días después lo haría su madre, quien lo acompañó en su viaje hacia el exilio.



El mar que los acompaña.




Machado, a su muerte, dejó mucha obra inédita entre la que destaca "Los complementarios", textos escritos entre 1912 y 1924. En ellos el poeta explica el proceso creador, la utlización de sus fuentes, impresiones momentáneas sobre los temas que le preocupaban... Son textos importantes por su sinceridad al tratarse de notas personales escritas sin el pudor que conlleva la letra que se ha de publicar. 


20 de junio de 2015

Entre Escila y Caribdis



«¿Recuerdas aquel ratón moribundo? Una voz deshilachada. Sí, le digo. ¿Lo recuerdas? Mi padre, con los restos de su voz de siempre. Sí, le digo. ¿Lo recuerdas? Sí. Ahora es mi voz la que se fragmenta. Y mi memoria rescata la imagen de mi padre tocando el ratón con el pie para ver si aún vivía: un cuerpo indefenso estremeciéndose. Y entonces mi padre que clava la mirada en el pequeño animal, lo rodea nervioso, niega con la cabeza repetidamente. Lo que sigue es el chasquido del cuerpo indefenso contra una tapia. ¿Y aquella paloma? Sí, también. Y la memoria recupera variaciones de lo mismo: la paloma y su cuello medio quebrado, mi padre mirándola primero, rodeándola y negando con la cabeza después, cogiendo una barra de hierro. Y mi mano estirándole el brazo, que no lo hiciera. Su voz musitando que debía hacerlo. ¿Lo entiendes, verdad? Sí, claro.  Y ahora soy yo quien fija la mirada en un cuerpo indefenso, quien niega con la cabeza repetidas veces, quien empieza a rodear nervioso la cama donde mi padre suplica ser aquel ratón o aquella paloma de hace treinta años».


Del libro de microrrelatos "El oscuro relieve del tiempo" de Iván Teruel Cáceres (Edicions Cal·lígraf).







14 de junio de 2015

1984


“─La destrucción de palabras es muy hermosa. Por supuesto, lo que más sobran son verbos y adjetivos, pero hay cientos de sustantivos de los que se puede prescindir. Y no solo por los sinónimos, sino también por los antónimos. Al fin y al cabo, ¿qué justificación tiene una palabra que no es más que lo contrario de otra? Cualquier palabra incluye a su contraria. Fíjate, por ejemplo, en la palabra «bueno». Si tenemos esa palabra, ¿de qué nos sirve «malo»? «Nobueno» es igual… incluso mejor porque es exactamente el contrario mientras que la otra no lo es. O, si lo que quieres es reforzar la palabra bueno, ¿para qué queremos toda una serie de palabras vagas e inútiles como «excelente», «expléndido» y otras parecidas? «Masbueno» ya significa eso, o «doblemasbueno», si quieres algo aún más claro. Por supuesto que ya usamos todas esas formas, pero en la versión final de la nuevalengua serán las únicas. Al final todo el concepto de la bondad se limitará a seis palabras en realidad una sola. ¿No ves lo hermoso que es, Winston? La idea original fue del Hermano Mayor, claro añadió pensativo.”

Fragmento de “1984”, del lúcido y visionario George Orwell.